En julio de 1849, Jaime White empacó ejemplares de La verdad presente en un maletín prestado y caminó trece kilómetros hasta la oficina de correos de Middletown (Connecticut, Estados Unidos). Estaba dando allí los primeros pasos de lo que llegaría a ser un ministerio mundial de publicaciones.
Semanas antes, el joven y pobre pionero adventista había convencido a un editor local que le imprimiera mil ejemplares del primer número de lo que hoy se conoce como la “Revista Adventista”. White convenció al editor de que las donaciones de los adventistas diseminados en el noreste de Estados Unidos llegarían a cubrir los 64.50 que costaba la impresión. Y tenía razón.
“Cuando Dios está detrás de algo, lo que parece imposible es en realidad una oportunidad para que el Espíritu Santo obre un milagro”, dijo Wilmar Hirle, actual director asociado de Ministerios de Publicaciones de la Iglesia Adventista mundial.
Esa revista con el tiempo llegó a ser lo que el historiador adventista George Knight denominó “probablemente el instrumento más efectivo en la tarea de reunir y unir el cuerpo de creyentes que en la década de 1860 llegarían a ser los adventistas del séptimo día”.
En la década de 1840, solo había unos pocos cientos de adventistas sabatistas, pero ese número llegó a 3500 en 1863 cuando se estableció oficialmente la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Las primeras publicaciones periódicas de la iglesia no solo estimularon el evangelismo, sino que también brindaron un sentido de comunidad espiritual entre los primeros creyentes. Más tarde, las publicaciones se extendieron para incluir oportunidades de ministerio laico que tradicionalmente estaban limitadas a los pastores.
Para 1844, cuando los milleritas esperaron erróneamente la segunda venida de Cristo, los primeros creyentes ya habían distribuido “asombrosamente” ocho millones de impresos, dijo Hirle. El editor Joshua Himes, de Boston (Massachusetts), imprimía folletos sobre el sábado y gráficos que ilustraban las profecías de Daniel y Apocalipsis que acompañaban los sermones de Miller en las iglesias pequeñas de todo el noreste de los Estados Unidos.
No obstante, no fue sino hasta 1848, cuando la pionera y profetisa Elena White vio en visión que su esposo Jaime debía lanzar una revista, que realmente se dio inicio al ministerio de las publicaciones.
En la visión, White dijo que Dios le pedía a Jaime que imprimiera un pequeño periódico y que lo repartiera entre la gente. A pesar de los desafíos financieros del matrimonio, White dijo que se le había asegurado que, con fe, de esa publicación “brotarían rayos de luz que [habrían] de circundar el globo” (Notas biográficas, p. 137).
Los primeros números de La verdad presente fueron una plataforma para que los líderes de iglesia clarificaran lo que había sucedido en 1844, analizaran doctrinas emergentes tales como los mensajes de los tres ángeles y, por sobre todo, explicaran la verdad del sábado. En efecto, fue el sábado como día de reposo lo que llevó a la iglesia a iniciar su primera casa publicadora.
Jaime y Elena White, entre otros fundadores de la iglesia, comenzaron a preocuparse porque una revista que proclamaba el sábado estaba siendo publicada por alguien que a menudo trabajaba en sábado, dijo Hirle.
Fue así que en 1853, los primeros adventistas votaron establecer una casa editora en el estado de Nueva York. Era una casa en el sentido más estricto de la palabra: los primeros líderes de las publicaciones vivían y trabajan juntos en una casa alquilada de la ciudad de Rochester. El pionero adventista Hiram Edson, que poco tiempo antes había vendido su granja, prestó el producto de la venta para adquirir una prensa manual Washington. A la máquina le llevaba tres días producir un ejemplar de lo que entonces se llamó The Second Advent Review and Sabbath Herald.
Como no tenían dinero para comprar una cortadora de papel, se cuenta que el pionero adventista Urías Smith recortaba los bordes de las revistas con su navaja. Años después, Smith escribió: “Al hacerlo nos salían ampollas en las manos, y a menudo la forma de los folletos no estaban ni por cerca de la perfección de las doctrinas que enseñaban”.
Para 1855, el ministerio de las publicaciones de la iglesia se había trasladado a Battle Creek (Míchigan), y Smith, de solo 23 años, era el editor, una función que de una u otra forma mantendría durante toda su vida.
A medida que el ministerio de publicaciones de la iglesia siguió creciendo a mediados del siglo XIX, el joven inmigrante canadiense George King desarrolló la idea de ventas por suscripciones para las publicaciones adventistas. Estaba buscando una nueva salida después de que Jaime White lo instó a explorar una carrera que fuera más allá de la función tradicional de pastor.
“Jaime le pidió que predicara, pero le fue muy mal”, dijo Hirle. “Y así fue que comenzó el evangelismo por impresos”.
Los esfuerzos de George King de predicar en Estados Unidos y Canadá de casa en casa, en lugar de hacerlo desde el púlpito, ayudaron a transformar el adventismo en una denominación mundial. Para fines de la década de 1870, King estaba vendiendo libros y suscripciones a revistas tales como “Señales de los tiempos”.
Para 1903, la Iglesia Adventista había alcanzado a setenta países. “En muchos de esos lugares, [la iglesia] estableció una presencia gracias a la obra de la evangelización por impresos”, dijo Hirle.
A comienzos del siglo XX, el ministerio de evangelismo por impresos de la iglesia se extendió e incluyó a los primeros estudiantes colportores. Hoy día, más de veinte mil estudiantes adventistas en el mundo aún dedican sus recesos escolares para vender libros que los ayudan a cubrir los costos de estudio y a compartir el mensaje adventista de esperanza.
Así como el evangelismo por impresos ha crecido, así lo ha hecho también el ministerio de las publicaciones, que aún sigue siendo el “centro” del adventismo, dijo Hirle.
Hace poco, la Iglesia Adventista se embarcó en una distribución mundial masiva de una adaptación moderna de El conflicto de los siglos, un libro escrito por Elena White que destaca la historia de pequeños grupos de personas que preservaron una forma auténtica del cristianismo a lo largo de la historia.
Hirle dijo que Jaime White, el editor pionero de la Iglesia Adventista, quien durante treinta años de escribir, imprimir y establecer casas editoras en diversos países a menudo luchó para encontrar apoyo y sobreponerse a desafíos financieros, seguramente se sorprendería a ver el amplio apoyo que hoy día reciben las publicaciones en la iglesia.
“Si pudiera ver las casas editoras que en un día imprimen lo que a él le llevaba un año, creo que se sentiría sumamente feliz”, dijo.
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